Foto: Beatriz de la Torre Hace cuarenta años, cuando estudiaba una carrera extraña a la que llamaban Comunicación social-periodismo, el medio en que me movía me enseñó a despreciar a los periodistas que no tenían un título profesional. En aquel tiempo, obtener un diploma universitario para ejercer el periodismo era un asunto nuevo y nos sentíamos mejores y más preparados que cualquiera. Sin importar la experiencia que tuvieran, o lo que hubieran hecho, nos referíamos con desdén a los “empíricos”, esa especie que ya empezaba a extinguirse y que desaparecería —en nuestra joven y arrogante opinión— sin llegar a conocer los secretos del oficio.
Consejo al escritor
Consejo al escritor
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Foto: Beatriz de la Torre Hace cuarenta años, cuando estudiaba una carrera extraña a la que llamaban Comunicación social-periodismo, el medio en que me movía me enseñó a despreciar a los periodistas que no tenían un título profesional. En aquel tiempo, obtener un diploma universitario para ejercer el periodismo era un asunto nuevo y nos sentíamos mejores y más preparados que cualquiera. Sin importar la experiencia que tuvieran, o lo que hubieran hecho, nos referíamos con desdén a los “empíricos”, esa especie que ya empezaba a extinguirse y que desaparecería —en nuestra joven y arrogante opinión— sin llegar a conocer los secretos del oficio.