Un mensaje oracular
“Solo quien busca encuentra lo inesperado”. La frase es de Heráclito, creo (hoy no tengo muchas ganas de googlear). Escarbar en los archivos personales —en especial si son tan nutridos y poco metódicos como los míos— siempre ofrece hallazgos inesperados. Hoy me he vuelto a cruzar con un retrato que le hice al gran vagabundo, Manuel Zapata Olivella, en el patio de su casa bogotana, por allá a finales de 1994.
Lo busqué, aquella vez, porque estaba empezando a hacer las entrevistas para mi libro sobre los inicios de García Márquez en El Universal y la leyenda decía que fue él quién llevó a Gabito donde Zabala, el jefe de redacción, e hizo la presentación formal.
Buscar a Manuel Zapata Olivella solo para eso habría sido un insulto. Era nada menos que el autor de “Changó, el gran putas”, esa épica de las negritudes que aún no se aprecia en sus justas y descomunales dimensiones, y no podía desaprovechar la oportunidad de hablar con él largamente sobre su obra y su visión del mundo.
De nuestras conversaciones salieron un texto que publiqué en el suplemento dominical de El Universal (“El vagabundo que vino del más alla”), un capítulo de “Un ramo de nomeolvides” (su reseña del libro tenía el sello de su generosidad) y una serie de recuerdos entrañables que atesoro.
De todos esos recuerdos hay uno que no ha dejado de intrigarme. Habíamos hablado de esas magias africanas que no son otra cosa que una realidad expandida hacia todas las criaturas —vivas y muertas— y hacia el animado mundo de las piedras. Me hablaba del mestizaje como su nuevo objeto de interés cuando, de repente, interrumpió lo que decía, elevó la mirada, pareció olfatear algo que se acercaba, me miró como desde otro mundo y me dijo:
“Tu abuela africana dice que no regreses por el mismo camino por el que te has marchado”.
Luego siguió hablando de otras cosas como si nada.
No me parece coincidencia que la foto y el recuerdo de ese instante oracular hayan regresado justo después de haber visto “La mujer rey”, una película sobre el coraje hermoso de las mujeres africanas. No diré que la película esté a la altura de “Ponniyin Selvan”; pero el tema y el personaje interpretado por Viola Davis salvan la película y la hacen imprescindible.
La película y la foto ahora me hacen recordar ese viejo mensaje que quizá va siendo hora de entender y de aplicar.