Un acontecimiento para el alma
El pasado 17 de septiembre se celebró aquí, en el país del sueño, el Día de la constitución y de la ciudadanía. La celebración conmemora la adopción de la constitución de los Estados Unidos y honra a aquellos que se han convertido en ciudadanos de este país.
Prolífico como he sido, he hablado muy poco de lo que significó para mí el hecho de convertirme en ciudadano de los Estados Unidos. Esta imagen un poco imprecisa es el único recuerdo visual que me queda de la ceremonia que tuvo lugar en Binghamton, el 22 de julio de 2011. Por estos días he visto fotografías de amigos que han tenido sus ceremonias de “naturalización” y eso ha hecho que despierten recuerdos de lo que era mi vida hace ya once años.
Dos meses antes de la ceremonia en Binghamton tuvo lugar una ceremonia más secreta y, quizá, más significativa: la entrevista final con la funcionaria de Homeland Security que me permitió hacerme ciudadano. Los detalles de aquella entrevista, que aquí transcribo, andan transpapelados entre las páginas de la novela “Morir en Sri Lanka”:
Una mujer como de cincuenta y algo. Seria, metódica.
La funcionaria que debe decidir si puedo convertirme en ciudadano.
Llevo once años aquí y, hasta ahora, no he sido otra cosa que un alien.
“Raise your hand.”
Bajo juramento, la promesa: defender y obedecer la constitución y las leyes del país del sueño.
“Where is the Statue of Liberty?”
New York Harbor.
“What movement fought discrimination?”
The Civil Rights Movement.
“Who is the governor of the state of New York?”
Cuomo.
Name two United States holidays?
Martin Luther King Jr. Day and Independence Day.
Who lives in the White House?
The president lives in the white house.
“Are you a terrorist? Are you a member of a guerrilla group?”
No.
“Have you ever held uniform and arms?”
No.
Luego se dedica a hacer preguntas sobre el formulario: ¿Nombre? Confirma en el Passport. ¿Profesión? Dice que asume que soy profesor de castellano. ¿Dirección?, ¿teléfono?, ¿viajes durante los últimos años? Confirma en el pasaporte lo que le digo.
Pregunta por el divorcio. Confirma el nombre de la mujer y pregunta si es ciudadana. ¿Cómo? She remarried. ¿Los hijos son ciudadanos? Yes.
Montones de preguntas sobre si he sido o estado en esto o aquello. Respuestas negativas. Le hago repetir cuando pregunta si “I have lied...” Entendí “relied”.
Dice que estamos progresando. Organiza los papeles. Me dice que firme un formulario y que escriba mi nombre en el respaldo de las fotos. Pide permiso para salir, tarda unos minutos y regresa.
“Tengo un regalo para usted, como nuevo ciudadano”.
Me entrega la Constitución.
“You might be interested.”
“I am.”
Me habla de la ceremonia en Binghamton. Será dentro de dos meses. Discutimos las fechas y el viaje que tengo pendiente. Me dice que la espere para salir juntos. En el camino hablamos de Chiroloco. Dice el título de su novela más famosa. Cuenta que la leyó en la universidad. Está satisfecha. Ha sido un proceso limpio.
Siento una curiosa revoltura entre el estómago y el alma.
Una mujer que tenía vestido y todo, vestido antiguo –es preciso decirlo–, pero cuyo rostro era –¿empezó a ser?– un cráneo. Un cráneo que gime y habla, un cráneo que se va desintegrando poco a poco, que va desapareciendo ante los ojos y ante los gritos de algunas personas. Una mujer en el público, para quien resultaba intolerable aquella imagen.
Quedé medio turulato. No sabría decir si la turulatez tiene que ver con el sueño del cráneo o con la aventura del alma el lunes pasado. Fue una elección, una larga elección, meditada, comprendida, fue elegir un país diferente al país donde nací. Ahora me siento distinto. Cada gesto ha cambiado de sentido con esa decisión.
Puedo llamar mía a esta tierra.
Sintiendo de un manero loco.
Se rompió algo. Se desató algo. Algo está pasando ahora mismo.
Considerando imágenes muy absolutas.
Heme aquí narrando las batallas.
Nos adentramos en lo desconocido con las manos vacías.
Tu novela y sus lectores.
“Go litel bok, ” Sir Thomas dixit.
Last night, something really wild.
Fue un trámite sencillo, pero algo se estremeció por allá adentro.
Fue un acontecimiento para el alma.