Quiero ser de otro lado
Hubo un tiempo en que las injusticias del mundo me hicieron renegar del fútbol y hasta del país donde nací. Estoy de acuerdo en que las injusticias hay que hacerlas visibles y repudiarlas y, si es posible, eliminarlas. Pero también soy consciente de que tras los juicios morales que hoy las redes multiplican hay hipocresia, señalamientos selectivos, culpas o militancias de rebaño que se disfrazan de buenas consciencias.
El mundo necesita rituales. El campeonato mundial de fútbol es una oportunidad para medirle el pulso a ese caldo de odios del que formamos parte. Tras la celebración o el llanto por un gol palpita oculto el drama de una especie que no ha podido aprender a darle uso al aguijón del pensamiento.
El texto que aquí reproduzco fue publicado originalmente en El Universal, de Cartagena, el 3 de julio de 1994, un día después del asesinato de Andrés Escobar.
Quiero ser de otro lado
Cuando niño jugaba a imaginar que no era el que soy, sino otro en otro lado. Me preguntaba cómo sería si hubiera nacido en la China o en Japón, en Tailandia, Birmania o Estanbul.
Me gustaba imaginar lo que sería mi vida en lugares exóticos, cómo vería el mundo, cómo pensaría, cómo sería el paisaje del que me encariñaría y los rostros que amaría.
Llegaba a pensar que ese otro que era yo en mi fantaseo podría también llegar a desear haber nacido en otro lado, podría soñar con ser lo que finalmente he sido.
Pero era un sueño y era un juego y, aunque para los niños los juegos siempre han sido serios, la tristeza de no ser el "otro" de mis sueños se disipaba pronto con un nuevo fantaseo.
Ahora las cosas son distintas. Ahora, que los años me expulsaron del mundo de los sueños y los juegos, sólo hay dolor en esas fantasías, un dolor agudizado por la realidad misma.
Ahora quiero ser de otro lado, no por jugar, no por fantasear, sino porque ser de este lugar me llena de dolor y de verguenza.
Quiero ser un modesto cultivador de arroz en un valle pantanoso y solitario de la China.
Quiero recoger hojas de té en Sri Lanka, acariciado por vientos que arrastran cantos de pájaros.
Quiero ser ermitaño en un fiordo finés. Un modesto africano que huye del hambre.
Quiero ser el último hombre de la servidumbre del príncipe de Liechtenstein.
Quiero ser un mendigo que muere en New York.
Quiero ser boliviano, rumano, danés. Quiero ser portugués.
Pero ante la imposibilidad dolorosa de ser otro, quiero huir como sea. Quiero ser polizón en un barco que conduzca a cualquier lado.
Quiero irme de aquí.
Tras comprobar absurdos, suplicaría asilo en el mismo Sarajevo.
Quiero huir de un país condenado.
No quiero que mis hijos, ni mis nietos, ni todo el que algún día lleve en sus venas las huellas de mi sangre, viva en esta tierra.
Quiero ser lo que sea, menos ser colombiano.
Me odio a mí mismo por ser colombiano.