El Rey
“Comparar a los de ahora con Pelé es como comparar al que enciende un fogón con el que inventó la manera de hacer el fuego"
Es posible que alguno de mis dos o tres lectores haya notado que dejé de hablar de fútbol mucho antes de que el pasado campeonato mundial se terminara. La verdad es que fui perdiendo el entusiasmo cuando vi que el libreto estaba escrito de antemano. Preferí aplicar la enseñanza que recibí viendo Bambi con mis hijos: “Si al hablar no has de agradar, te será mejor callar”.
He seguido con callado escepticismo la proclamación de Lionel Messi como el más grande futbolista de todos los tiempos. Tengo edad suficiente para haber visto a muchos grandes, algunos de ellos en vivo y en directo, y nunca me ha parecido que lo suyo sea lo mejor que el fútbol nos ha dado. Nunca logré contagiarme de esa ilusión colectiva que empezó mucho antes de que el mismo Messi hubiera hecho alguna cosa de mérito. Lo vi jugar, aquí en el país del sueño, cuando tenía dieciocho años y me sorprendió que ese día le hubieran dado el premio al mejor de la cancha cuando fue evidente que el mejor había sido Ronaldinho. Nunca he podido explicarme la razón por la que su carrera ha venido acompañada por una narrativa que parece incuestionable. Lo cierto es que nunca llegué a subirme a ese bus y, para no irnos muy lejos, se me ocurre que ni siquiera fue el mejor de la final del último mundial.
A Maradona lo vi en televisión. Vi muchos partidos suyos, muchas jugadas espectaculares, lo vi arrastrar a la victoria -con su habilidad y su carácter- equipos para nada excepcionales. Algunas jugadas suyas son obras maestras. Pero ni siquiera él logró borrar en mí la idea de que el más grande que he visto ha sido Pelé.
Las cifras y la tecnología pueden no estar a mi favor. Algunos podrán esgrimir el número de trofeos o de goles para comparar a Pelé con figuras más recientes, pero toda comparación en términos de fútbol es imposible: las condiciones eran diferentes, los intereses que rodeaban el deporte eran distintos, la tecnología para el mejoramiento de las habilidades se ha desarrollado, por cada gol de Pelé hay miles de tomas desde todos los ángulos y en alta definición de cada jugada de los que vinieron después. La gran diferencia, el hecho definitivo que hace imposible cualquier comparación entre Pelé y los demás, es que Pelé nunca tuvo un Pelé que le sirviera de inspiración y de modelo. Comparar a los de ahora con Pelé es como comparar al que enciende un fogón con el que inventó la manera de hacer el fuego.
Entrados en gastos, se me ocurren dos puntos de comparación que rara vez se tienen en cuenta cuando se habla de fútbol. El primero es el arte. Cuando miro a Messi en una cancha veo a un hombre que desarrolló habilidades a partir de un profundo miedo. Su carrera es la del que huye, el que aprendió a escabullirse en medio de violentos, a anticipar sus movimientos. Maradona era un gamberro, un guapo de barrio, dispuesto a quedar reventado en cada jugada. Pelé era la danza, la belleza. Si a mí Pelé me hubiera hecho un gol como los que hizo habría corrido a abrazarlo.
Esto me lleva al segundo punto de comparación, el del carácter. Y aquí supongo que me ganaré muchas objeciones, pues nadie puede ser un justo juez del carácter de las personas. Incapaces de vernos a nosotros mismos, es todo un atrevimiento formular juicios sobre los otros. Pero lo cierto es que viendo a los tres que he comparado solo uno de ellos habría querido que fuera mi amigo. Nunca saldrá en las estadísticas, pero estoy casi seguro de que Pelé era un hombre bueno.